domingo, 18 de marzo de 2007

EL MUNDO Supl. 'El viajero' Reportaje: RUMANÍA: MÁS ALLÁ DE LA LEYENDA

Densos bosques, mil y un monasterios y castillos, una capital de contrastes, con edificios nobles que se yerguen junto a bloques de la época comunista... Desde el mes de enero, Rumanía está más cerca de Europa.

LUCÍA MARTÍN

Estuvimos en Rumanía cuando faltaban 66 días para su entrada en la Unión Europea, o eso al menos indicaba el reloj de la plaza de la Libertad de la capital, Bucarest. Tuvimos, sobre todo, la sensación de cambio vertiginoso, de que si volviéramos tiempo después hallaríamos un país más desarrollado, pero menos auténtico. Éramos unos privilegiados espectadores que asistían a la metamorfosis de las grandes urbes. Bucarest, por ejemplo, nos recibía con un hervidero de coches en hora punta. El caos circulatorio era tal que los atascos duraban tres horas y no era extraño que los vehículos tomasen el carril contrario para adelantar unos metros en las interminables colas. Los pavimentos estaban levantados, los andamios y las grúas dibujaban el variopinto skyline de la metrópoli, en la que majestuosos edificios y palacetes, muchos en ruinas, convivían con desconchados bloques de tiempos del comunismo. Y es que todo es posible en Bucarest, por algo es la ciudad de los contrastes: nunca han cohabitado tan armoniosamente decenas y decenas de Dacias (vehículo por excelencia de la época del dictador Nicolae Ceausescu), e incluso algún que otro destartalado Trabant, con las cilindradas más caras y potentes de los últimos todoterrenos.


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